La agitación por amamantamiento es el rechazo involuntario que siente la mamá a dar pecho, e incluso al bebé mismo.
Conocido también como D-MER (Dysphoric Milk Ejection Reflex), este padecimiento se genera por una caída abrupta de la dopamina, neurotransmisor que regula el placer, cuando se libera la leche. No es un sentimiento racional, es totalmente una reacción visceral que no se puede controlar.
Este sentimiento de rechazo puede aparecer súbitamente, incluso en lactancias que ya estaban bien establecidas y da pie a que las mamás decidan frenar la lactancia por un lapso o que tomen la decisión de dejarla para siempre.
Los síntomas
La agitación por amamantamiento puede variar en el grado que se presenta en cada mamá.
Leve: En donde se presentan sentimientos de temor, tristeza y melancolía. Dura unos tres meses.
Moderada: Además de lo anterior se suma ansiedad, pavor, pánico e irritabilidad. Se padece en un lapso de hasta un año.
Grave: Suma a las anteriores la sensación de ira, tensión y paranoia. Dura más de 12 meses y regularmente se recomienda tratamiento.
Debido a estos síntomas, es común que llegue a confundirse con la depresión posparto.
¿Cuándo se presenta?
Aunque todas las mamás son propensas a padecerlo, la agitación por amamantamiento durante la lactancia materna ocurre en algunas mujeres cuando alimentan a su bebé recién nacido y a su otro hijo, también pequeño.
También podría generarse cuando está esperando un nuevo bebé o durante el periodo menstrual o de ovulación.
¿Qué hacer?
Lo principal es identificar si se padecen los síntomas y algunos expertos recomiendan tener distractores como ver la televisión, leer, escuchar música o hablar por teléfono al momento de amamantar.
También es importante revisar si se están siguiendo los lineamientos básicos como para una buena lactancia, como son: hidratación adecuada, hacer ejercicio físico y tener el descanso adecuado.
Aunque la lactancia tiene beneficios emocionales, solo las mamás que atraviesan esta situación comprenden lo difícil que es sentir rechazo y a la vez la necesidad de dar leche a su bebé. Lo importante es detectarlo a tiempo y decidir, en conjunto con el ginecólogo, si la mamá requiere de algún tratamiento.
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