Estar embarazada es uno de los procesos más importantes y satisfactorios por los que puede pasar una mujer. La presencia de ciertas moléculas mensajeras en la sangre de mamá son las que hacen posible que las madres embarazadas se comuniquen tan íntimamente con sus bebés.
Es importante que sepas que, cuando estás estresada, tu bebé recibe las hormonas del estrés a través de tu sangre, provocándole los mismos síntomas: tensión, ansiedad y malestar. Y si estás relajada y feliz, generarás endorfinas que producirán en tu bebé un gran bienestar.
De todos los sonidos que llegan a tu hijo durante el embarazo hay uno que destaca por sus condiciones únicas e intransferibles: la voz de sus padres. Las primeras experiencias de los sonidos dentro del útero pueden tener un efecto estimulante o desalentador en el deseo del bebé de escuchar y comunicarse.
Esto se debe a que el oído es el primer sentido en desarrollarse: a partir de la semana 24 de gestación, el bebé podrá escuchar. La voz de la madre se mueve a través de las vibraciones que llegan por los huesos; el bebé las siente durante todo el tiempo que permanece en el útero.
Cuando le hablamos al bebé durante el embarazo, favorecemos su desarrollo neuronal y emocional. Además, incrementamos de manera importante los vínculos afectivos con él.
Es importante que tu hijo oiga tu voz, ya que esto despertará su deseo de escuchar, comenzará a moverse o a jugar con su cuerpo, lo girará, flexionará las rodillas, pateará o saltará al ritmo de tu voz.
Papá también puede comunicarse con su hijo: puede hablarle, cantarle o acariciar la pancita de mamá mientras le platica; esta será una forma de iniciar el vínculo afectivo padre-hijo y permitirá que papá se involucre en la vivencia emocional del embarazo de su pareja, y al sentir el afecto de su papá, el bebé lo reconocerá al nacer con solo escuchar su voz.
Comunicarte conscientemente con tu bebé es muy sencillo. Basta con pensar en él, hablarle sintiendo nuestra alegría por su presencia y el amor que le tienes. La relajación y visualización pueden ser valiosas herramientas de apoyo en estas circunstancias.
Toda experiencia temprana impulsa la arquitectura del cerebro, quedando registrada en sus circuitos.
Los beneficios de que mamá tenga pensamientos amorosos hacia su bebé, que le hable suave y cariñosamente, que acaricie su vientre transmitiéndole su afecto, se convierten al instante en procesos neuronales y hormonales que impactan positivamente su cuerpo y configuran el cerebro del bebé.
Nuestro primer hogar es el vientre materno. Las primeras percepciones de un hogar cálido y amoroso nos acompañarán para siempre, constituirán una base sólida sobre la que crecer y desarrollarnos como seres humanos en armonía.
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